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Un adolescente da un salto de fe y encuentra familia, confianza y curación

Jake no se sentía del todo bien. Era el comienzo de su segundo año de instituto y, aunque tenía un núcleo de amigos y actividades extraescolares, la vida era más dura que nunca. Más pesada.
"Al principio, lo achaqué a un nuevo curso escolar, un nuevo horario, profesores diferentes y la llegada de las vacaciones de verano. Las cosas no eran muy diferentes a las del primer año, pero no conseguía ponerme en marcha de la misma manera".

Jake se sentía mucho más cansado después de la escuela y menos interesado en casi todo. Sus padres se dieron cuenta de que se iba a su habitación en cuanto llegaba a casa y sólo bajaba a comer un poco.

El padre de Jake dijo: "A principios del otoño pasado no le dimos mucha importancia, aparte de desear verle más. No hubo ningún acontecimiento traumático ni ninguna señal de que hubiera pasado algo. Parecía activo en el club de robótica, sus notas estaban bien, así que parecía el comportamiento normal de un adolescente".

La preocupación apareció cuando el hábito se convirtió en un patrón

En noviembre de 2022, Jake tenía problemas para mantener el interés en casi todas las partes de su día. La tristeza lo invadía. Se escapaba acostándose cada vez más temprano, hasta que era tan pronto como volvía a casa del colegio. Sus amigos de la escuela notaban que su humor y su energía cambiaban rápidamente, y sus amigos de Internet veían que se conectaba cada vez menos.

"Fue malo. Sentía la tristeza como un tren de mercancías que no podía parar, pero estaba un poco avergonzada y pensé que podría hacerlo sola o algo así. No quería contárselo a mis padres, pero tenía miedo. Me enteré por un amigo de que en mi colegio había un terapeuta de verdad, así que conseguí un pase y me pasé".

R", el terapeuta escolar del Centro Washburn, acogió a Jake y vio cómo la depresión echaba raíces en el niño de 13 años. Jake había dado un salto de fe y encontró la esperanza cuando más la necesitaba. Aunque estaba nervioso por contar a sus padres que estaba buscando ayuda para su salud mental, su terapeuta del Centro Washburn fue capaz de guiarle con delicadeza y ofrecerle apoyo.

"Cuando 'R' me pidió que hablara con mis padres, yo estaba completamente asustado, pero ella no dejaba de insistirme en que no podía cargar con esto yo solo", reflexionó Jake. "Y sinceramente, me apoyaron muchísimo cuando se lo conté. Ojalá lo hubiera hecho antes. No tenía ni idea de que mi madre también tenía problemas de salud mental. Ideamos un plan de acción, pero sobre todo fue un gran alivio no seguir sufriendo solo."

Jake aprendió no sólo que no estaba solo, sino que tenía una sólida red a su alrededor cada día que cruzaba las puertas de su escuela. Y, aunque las cosas eran difíciles:

"He mejorado. Fue lento, terrible, duro y vulnerable, pero me siento mucho mejor. Y lo mejor de todo es que he vuelto a jugar a videojuegos con mis amigos todas las noches, algo que mis padres odian pero que a mí me parece un gran progreso", concluye Jake riendo.